sábado, octubre 07, 2006

El hombre que no podía perder


Esta creo que es su característica: durante el 95% de la cinta piensas que va a perder, pero no. Llega el 5% restante, de ahí los créditos, entonces regresas a tu casa con un Clive Owen ganador. Y no es que el argumento haya indicado que tenía que perder, todo lo contrario, por algo sale ocupando buena parte del poster; sin embargo, su expresión, sus movimientos, su actitud no lo pinta como ganador. Pero, derepente, lo vemos enfrentado con Benicio del Toro y le gana, a Denzel Washington lo deja mal, aparece Jude Law y acaba llorando; entonces es cuando te das cuenta que los cools de Hollywood no pueden con él. Te preguntas cómo o por qué, vez su rostro asustado, su andar casino, la lentitud en su voz, y sigues sin poder responderte. Entonces, retrocedes en el tiempo y buscas al ídolo que sufría, que tenía todo en su contra, pero que salía airoso pese a que en teoría había perdido la batalla. Escuchas "Siempre nos quedará París" y piensas que podrían intercambiar papeles: Boogie puede ser Dwight y Owen puede ser Marlowe. Entiendes todo y te das cuenta que es el héroe romántico el que ha vuelto. El héroe vulnerable, que pierde pero gana, que lleva todo el peso en su rostro, como en "King Arthur", "Sin city", "Closer" o "Inside man". Entonces aplaudes a Owen, unas palmas merecidas, creo.