sábado, junio 07, 2008

No country for old men

La mayor virtud de los hermanos Coen en su versión cinematográfica de "No country for old men" es haberse ceñido casi estrictamente a la ahora famosa novela de Cormac McCarthy. Y es que uno de los puntales de la obra de McCarthy es el uso de una descripción detallista que no deja lugar a la imaginación y que sumerge inmediatamente al lector en ese a primera vista thriller que termina siendo un excelente retrato de la actual situación de la sociedad estadounidense. Y decimos eso porque lo único que no es descrito a profundidad es el rostro de sus protagonistas: Lewellin Moss (el soldador que se encuentra con un maletín lleno de dinero), Anton Chigurh (el asesino psicópata que persigue a Moss) y Ed Tom Bell (el sheriff que busca salvar la vida de Lewellin), y todo esto tiene un sentido. Ninguna descripción nos permitirá saber si Chigurh tiene el ahora celebre peinado de Bardem o Bell es parecido a Tommy Lee Jones porque a mi entender más que personas, estos dos personajes son fuerzas que luchan por el futuro de Moss. Ambos son el bien (Bell) y el mal (Chigurh), fuerzas que buscan redemir o condenar al aspirante a millonario y que usan sus recursos para poder atraerlo hacia su camino. Fuerzas que también pueden entenderse como las que predominan en la sociedad estadounidense. McCarthy a través de los monólogos de Bell nos indica cómo la violencia generada por la fuerza motora del mal está destruyendo lo construido en el pasado por el bien en el país del norte. Sin embargo, el autor estadounidense a lo largo de la obra nos muestra como en todo momento Moss es el que elige el camino que marcará su destino. Un futuro que la sociedad estadounidense al parecer está eligiendo si leemos con atención a Bell.

p.d. Los que critican el final abrupto de la cinta de los Coen, lean el final de McCarthy y elijan el que más les guste.