domingo, marzo 23, 2008

El cantante de bodas (III)

Es fácil detectar el estado de ánimo de una mujer mirando fijamente sus labios hasta sacar la canción que está cantando. Durante las bodas dicha tarea se vuelve más simple, ya no son solo los labios; sino las caderas, las piernas, el pelo, los que revelan la influencia de la canción en la psique de la invitada. Esa entrega total al ritmo y letra la que la desnuda totalmente. Yo suelo acercarme a las que cantan a viva voz canciones de despecho, a las que no dudan en gritar "Vas a querer volver..." o "ya no, ya no...". Esas son blancos fáciles y seguros, casi nunca me han fallado. Pero, las que me atraen son las que bailan con otras mujeres ritmos más duros como los de Alaska Dinarama. Esas que bailan como robot, moviendo poco pero peligrosamente la cintura, muy seguras de si mismas y sabiéndose observadas. Para acercarme a ellas tengo que sentirme muy bien psicológicamente, debo estar con un terno caro, bien afeitado y libre de ojeras. Esas precauciones me han salvado de muchos fracasos, aunque admito que cuando he rebotado lo he tomado deportivamente porque reconozco que no siempre se gana. Eso es algo que un amigo mio periodista todavía no acepta, pese a que se lo he explicado muchas veces. Lo cierto es que es demasiado orgulloso, yo diría que es un caso perdido. Por eso lo veo casi siempre cantar esas tonadas de mujeres despechadas que ellas repudian en labios masculinos. Yo en cambio tengo un rock en mis labios que no podré cantar nunca en las bodas, pero que siempre escucho en mi auto cuando estoy camino a ellas. "Y qué" de Babasonicos es mi canción. Sin embargo, el problema empezó cuando esa letra empezó a sonarme como una cumbia meláncolica.